domingo, 18 de septiembre de 2016

¡Ayudemos a proteger a la Vicuña!

© Hernán Torres



por Marcela Torres

Una luz de esperanza brilló desde Hawaii hasta Sudamérica cuando la semana pasada la Asamblea General del Congreso Mundial de Conservación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) aprobó la Moción 103: Conservación de vicuñas (Vicugna vicugna) y comercio ilegal de su fibra. El objetivo es lograr que la Conferencia de las Partes (CoP17) de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), que se realizará en Sudáfrica entre el 24 de septiembre y el 5 de octubre, exija a sus signatarios controles más estrictos para frenar la caza furtiva y el comercio ilícito de su fibra.

La vicuña: un caso exitoso de conservación

La vicuña es uno de los cuatro camélidos sudamericanos que habitan en el altiplano de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador y Perú. Durante los años 70, la especie estuvo al borde de la extinción debido a la caza excesiva por su fibra, que es considerada la más fina del mundo, por sobre las de la cabra de cachemira y de la alpaca.

Gracias a los esfuerzos realizados por organizaciones conservacionistas y los gobiernos de los países en su área de distribución, que en 1979 firmaron el Convenio para la conservación y manejo de la vicuña, se prohibió todo comercio de animales vivos, su fibra y otros productos de la especie. Como consecuencia, las poblaciones se recuperaron exitosamente.

A comienzos de los años 90, Perú solicitó autorización para comercializar fibra obtenida por comunidades indígenas de animales que son esquilados vivos y luego liberados, utilizando una antigua técnica inca conocida como “chaku”. Así se inició el manejo sustentable de la especie y la exportación de fibra a países como Italia, Escocia y Japón, ejemplo que luego fue seguido por Bolivia, Argentina y Chile.

La caza furtiva reaparece después de cuatro décadas

Obtener la fibra de vicuña es difícil. Cada vicuña adulta esquilada produce apenas unos 200 gramos de fibra, cada dos o tres años. Por eso, además de ser la más fina es la más cara, con precios que varían entre los USD $300 y $500 por kilo.

Empresas dedicadas al vestuario de lujo en países como Italia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos compran fibra de vicuña para fabricar prendas como abrigos y trajes de hombre, que se venden aproximadamente a USD $20.000 y USD $40.000, respectivamente. Sin embargo, en los últimos años, se sospecha que a estos mercados se han sumado empresas de China, aunque de manera ilegal, promoviendo un mercado negro de la fibra de vicuña que estaría pagando supuestamente hasta USD $1.000 por kilo y que se está abasteciendo a través de la caza furtiva de la especie, particularmente por parte de bandas criminales que operan en Bolivia.

Aproximadamente 5.000 vicuñas han aparecido muertas y sin sus pieles en los últimos cinco años. Pero las matanzas han aumentado de manera importante desde 2014 hasta ahora, poniendo una vez más en peligro la supervivencia de la especie y amenazando el sustento de las comunidades altoandinas que realizan un manejo sustentable de la vicuña con gran esfuerzo.

¿Cómo se pueden frenar estas matanzas?

Afortunadamente desde el año pasado se han alzado voces de la sociedad civil y la comunidad científica para llamar la atención sobre este problema y pedir ayuda mundial para resolverlo, desde peticiones a través de sitios de la Internet -como www.thepetitionsite.com y www.care2.com- hasta una declaración del Grupo Especialista en Camélidos Sudamericanos (GECS) de la UICN.

Lo principal es detener la venta ilegal de productos de vicuña. Por una parte, como consumidores tenemos la responsabilidad de asegurarnos de que lo que compramos esté debidamente certificado. Además, debemos denunciar toda oferta de venta informal que veamos, ya que probablemente se tratará de un mercado negro que promueve la matanza de animales protegidos.

A nivel internacional, es crucial que la Conferencia de las Partes (CoP17) de la CITES acoja la Moción 103 del Congreso Mundial de Conservación de la UICN y se comprometa, entre otras cosas, a que las Partes en la CITES que cuenten con existencias de fibra y productos derivados de la fibra de vicuña, las identifiquen, marquen y registren apropiadamente, para garantizar su trazabilidad hasta el origen, adoptando y aplicando la legislación pertinente con amplios controles para prevenir su comercio ilegal y que los Estados del área de distribución, los países importadores así como los consumidores aumenten su colaboración.


¡Esperemos que la CITES escuche el clamor global para salvar a la vicuña!