©
Hernán Torres
por Marcela
Torres
Una luz de
esperanza brilló desde Hawaii hasta Sudamérica cuando la semana pasada la Asamblea General del Congreso Mundial de
Conservación de la Unión Internacional para la Conservación de la
Naturaleza (UICN) aprobó la Moción 103: Conservación de vicuñas (Vicugna vicugna) y comercio ilegal de su fibra. El objetivo es lograr que la Conferencia
de las Partes (CoP17) de la Convención sobre el Comercio Internacional de
Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), que se realizará en
Sudáfrica entre el 24 de septiembre y el 5 de octubre, exija a sus signatarios controles más estrictos para frenar la caza
furtiva y el comercio ilícito de su fibra.
La vicuña: un caso exitoso de conservación
La vicuña es uno de los cuatro camélidos
sudamericanos que habitan en el altiplano de Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador
y Perú. Durante los años 70, la especie estuvo al borde de la extinción debido a la caza excesiva por su fibra, que es considerada la más fina del mundo, por sobre las de la cabra de cachemira y de la alpaca.
Gracias a los
esfuerzos realizados por organizaciones conservacionistas y los gobiernos de
los países en su área de distribución, que en 1979 firmaron el Convenio para la conservación y manejo de la vicuña, se prohibió todo comercio
de animales vivos, su fibra y otros productos de la especie. Como consecuencia,
las poblaciones se recuperaron exitosamente.
A comienzos
de los años 90, Perú solicitó autorización para comercializar fibra obtenida por comunidades indígenas de
animales que son esquilados vivos y luego liberados,
utilizando una antigua técnica inca
conocida como “chaku”. Así se inició el manejo sustentable de la especie y la
exportación de fibra a países como Italia, Escocia y Japón, ejemplo que luego
fue seguido por Bolivia, Argentina y Chile.
La caza furtiva reaparece después de cuatro décadas
Obtener la
fibra de vicuña es difícil. Cada vicuña adulta esquilada produce apenas unos
200 gramos de fibra, cada dos o tres años. Por eso, además de ser la más fina es
la más cara, con precios que varían entre los USD $300 y $500 por kilo.
Empresas
dedicadas al vestuario de lujo en países
como Italia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos compran fibra de vicuña
para fabricar prendas como abrigos y trajes de hombre, que se venden
aproximadamente a USD $20.000 y USD $40.000, respectivamente. Sin embargo, en los últimos años, se sospecha que a
estos mercados se han sumado empresas de China, aunque de manera ilegal, promoviendo un mercado negro de la fibra de vicuña que
estaría pagando supuestamente hasta USD $1.000 por kilo y que se está abasteciendo a
través de la caza furtiva de la especie, particularmente por parte de bandas criminales
que operan en Bolivia.
Aproximadamente 5.000 vicuñas han aparecido muertas y sin sus pieles en
los últimos cinco años. Pero las matanzas han aumentado de manera importante desde 2014 hasta ahora, poniendo una vez más en peligro la
supervivencia de la especie y
amenazando el sustento de las comunidades altoandinas que realizan un manejo
sustentable de la vicuña con gran esfuerzo.
¿Cómo se pueden frenar estas matanzas?
Afortunadamente
desde el año pasado se han alzado voces
de la sociedad civil y la comunidad científica para llamar la atención sobre
este problema y pedir ayuda mundial para resolverlo, desde peticiones a
través de sitios de la Internet -como www.thepetitionsite.com
y www.care2.com- hasta una declaración del Grupo Especialista en Camélidos Sudamericanos (GECS) de la UICN.
Lo principal
es detener la venta ilegal de productos
de vicuña. Por una parte, como consumidores tenemos la responsabilidad de
asegurarnos de que lo que compramos esté debidamente certificado. Además,
debemos denunciar toda oferta de venta
informal que veamos, ya que probablemente se tratará de un mercado negro
que promueve la matanza de animales protegidos.
A nivel
internacional, es crucial que la Conferencia de las Partes (CoP17) de la CITES acoja la Moción 103 del Congreso Mundial de Conservación de la UICN y se comprometa, entre otras
cosas, a que las Partes en la CITES que
cuenten con existencias de fibra y productos derivados de la fibra de vicuña,
las identifiquen, marquen y registren apropiadamente, para garantizar su
trazabilidad hasta el origen, adoptando y aplicando la legislación pertinente
con amplios controles para prevenir su comercio ilegal y que los Estados del área de distribución, los países importadores así
como los consumidores aumenten su colaboración.
¡Esperemos que la CITES escuche el clamor global para salvar a la vicuña!