por Marcela Torres
Era enero de 2000 y mi papá y
yo estábamos sentados sobre un promontorio rocoso en el Parque Nacional Torres
del Paine, en el sur de Chile, soportando los fuertes y fríos vientos
patagónicos que penetraban nuestras parkas, guantes y gorros. Pero teníamos una
misión: fotografiar al elusivo cóndor andino.
Tuvimos la buena fortuna de
alojarnos en la casa de los guardaparques, donde el personal nos dio consejos
sobre los mejores lugares para encontrar al cóndor. Debido a que es un ave
carroñera, nos sugirieron que lleváramos comida de gato que oliera fuerte
porque eso lo atraería a nosotros con toda seguridad.
Siguiendo sus instrucciones,
caminamos por horas a través de los altos pastizales de la pampa para llegar a
uno de los cerros que nos recomendaron. Era un monte rocoso, completamente
agreste, pero luego de escalarlo descubrimos que ofrecía un excelente mirador.
Ahí nos sentamos, con la comida de gato hedionda y esperamos, esperamos y
esperamos…
Mientras esperábamos, recordé cómo fuimos a dar allí. En 1982, la BBC
produjo uno de los documentales favoritos de mi padre, “El vuelo del cóndor”.
Para qué decir que se consiguió una copia y lo veía una y otra vez. Siendo sólo
una niña, a mí me interesaban más los dibujos animados y los videos de Michael
Jackson, pero me terminó gustando esta increíble película acerca de un ave que
es un símbolo en la mayoría de los países andinos, incluyendo Chile, donde
vivimos.
De hecho, no era la primera vez que disfrutaba un parque nacional con
él. Mi papá había sido Director Regional para la CONAF, institución a cargo de
las áreas protegidas de Chile, en Arica entre 1974 y 1985. De niña, viajé con
él muchas veces al Parque Nacional Lauca, en el altiplano, durante sus visitas
a terreno. Me enseñó acerca de la vicuña, los flamencos, la vizcacha y el
cóndor.
Era tan entretenido que nunca me importó el frío y me encantaba
acompañarlo mientras fotografiaba la naturaleza, que era su pasión. Cuando
cumplí nueve años, me regaló mi primera cámara, una Polaroid que todavía
guardo, y me enseñó a usarla. ¡Estaba tan feliz que tomaba fotos de todo!
Gracias a él, mi familia y yo disfrutamos vivir en Ann Arbor, Michigan;
San José, Costa Rica; New Haven, Connecticut; y Arlington, Virginia. Esto nos
brindó experiencias inolvidables, tales como acampar alrededor de los Grandes
Lagos y visitar todos los hermosos parques nacionales de esas zonas.
Torres del Paine siempre había estado en mi lista de deseos. Así que,
cuando ofreció llevarme el año 2000, dije que sí inmediatamente. Y allí
estábamos, esperando al cóndor…
Habían pasado un par de horas
y casi habíamos perdido la esperanza cuando, de pronto, salió de la nada un ave
enorme volando directamente hacia nosotros. ¡Era un cóndor! Rápidamente nos
sacamos los guantes y tomamos nuestras cámaras, preparándonos para sacar
excelentes tomas de este increíble animal. ¡Pero en cuestión de segundos estaba
justo sobre nosotros!
A medida que se acercaba, y
nos dimos cuenta de lo bajo que volaba, instintivamente nos echamos hacia atrás
hasta quedar tendidos con las espaldas pegadas a la roca. Fue una visión tan
impresionante, tener a esta ave gigante planear a solamente un metro por encima
nuestro, que nos quedamos completamente inmóviles. Pudimos ver todos los
detalles de su vientre y sus largas alas. Cuando despertamos de nuestro
asombro, nos dimos cuenta que no habíamos tomado ninguna foto. Así que nos dimos
vuelta rápidamente sobre nuestros estómagos y comenzamos a disparar con
nuestras cámaras para intentar captar al menos una imagen del cóndor. ¡Era muy
tarde! Solamente logramos capturar un pequeño punto que volaba rápidamente
alejándose de nosotros hacia las alturas.
Nos quedamos ahí un rato,
decantando la experiencia. ¡Había sido tan asombrosa! Finalmente, tomamos
nuestras cámaras y la comida de gato hedionda y caminamos de regreso a la casa
de los guardaparques. De noche, mientras compartíamos con ellos un mate alrededor
de una fogata, se rieron de nuestra aventura.
Nuestro común amor por la naturaleza nos llevó a escribir juntos dos ediciones de la Guía delos Parques Nacionales de Chile (1999 y 2004) y a trabajar juntos en el
desarrollo del primer centro de visitantes sostenible en un área protegida deChile, en la Reserva Nacional Los Flamencos, entre 2005 y 2006. La experiencia
me hizo decidir estudiar mi Máster en Ecoturismo en la Universidad James Cook,
en Cairns, Australia, en 2009.
Mi papá siempre apoyó mis
iniciativas y a menudo contribuyó con fotografías para mi blog. Fue miembro de
diversas agrupaciones profesionales y presidió durante muchos años el Grupo
Especialista en Camélidos Sudamericanos, promoviendo la conservación de la vicuña hasta el final de su vida. Yo continuaré apoyando también, honrando
su memoria.
Falleció el sábado 18 de
febrero de 2017. Todavía es tan reciente que cuesta creerlo… Aún lo siento cercano…
Estará conmigo por siempre… Y mi amor y gratitud por todo lo que me enseñó
permanecerán…
HERNÁN TORRES BIO