© Hernán Torres
Por Marcela Torres
Es el geoglifo más imponente de nuestro país y la semana pasada sufrió
daños irreparables. Se trata del Gigante de Tarapacá, ubicado en el cerro Unitas,
aproximadamente a 100 kilómetros de Iquique, en el Desierto de Atacama, en la
Región de Tarapacá en el norte de Chile. La figura mide 119 metros y se presume
que fue creada por antiguas culturas indígenas que habitaban la zona hace más
de mil años.
Foto obtenida de Twitter.
Otros
turistas que visitaban el lugar, indignados por la falta de respeto y cultura,
denunciaron el hecho por las redes sociales y las autoridades actuaron
rápidamente, deteniendo a los tres ciudadanos belgas en el aeropuerto de
Santiago cuando se preparaban para abordar el vuelo de regreso a su país. Luego
del control de detención en Santiago, los turistas serán formalizados el martes
15 de enero en la comuna de Pozo Almonte, en el norte de Chile, por el delito
de daños contra un monumento nacional y la pena que arriesgan va desde el
presidio menor, en su grado mínimo (desde 61 días a 301
días) o máximo (desde 302 días 540 días), hasta el pago de 200 Unidades
Tributarias Mensuales (unos $9,6 millones de pesos chilenos).
Falta de protección y educación
La noticia me causó dolor de estómago. Lo primero que me pregunté fue:
¿Quién haría algo así y por qué? Le tengo un afecto especial a este lugar, que
he visitado varias veces. De hecho, en enero de 2010 tuve el orgullo de liderar
en este sitio un ejercicio del modelo de Presión-Estado-Respuesta (PER) del
turismo en el marco de un taller sobre Turismo Sustentable organizado por la
Universidad Arturo Prat para operadores turísticos de la región.
El ejercicio fue muy fructífero y les permitió a los participantes
analizar las presiones (amenazas) que enfrentaba este patrimonio cultural, el
estado (condición) en que se encontraba y la respuesta (acciones) que se
evidenciaba por parte de la sociedad. Aunque el geoglifo en sí no estaba
dañado, había mucha basura a su alrededor (recogimos varias bolsas llenas de
papeles, botellas plásticas y otros desechos), no existía infraestructura para
el visitante y había pocos letreros.
© Hernán Torres
Marcela Torres liderando ejercicio de turismo sustentable en el Gigante de Atacama.
Aunque el Gigante ha estado expuesto por siglos y ha sufrido daños anteriormente, ninguno ha sido tan grave como éste. Lo peor es
que no se entiende qué estaban tratando de hacer estas personas. El geoglifo
fue creado para ser admirado a la distancia. La verdad es que no se aprecia
bien de cerca. Por lo tanto, la única explicación es que este acto delictual
fue realizado exclusivamente con la finalidad de hacer daño.
¿Quién se hace cargo de la
protección?
Por
su ubicación, la responsabilidad de protección del importante sitio
recae en la Municipalidad de Huara, cuya población es de unas 3.000 personas. Cierto, pero todos
sabemos que en Chile todas las municipalidades tienen los mismos recursos
financieros y, en mi opinión, dejar la protección de un patrimonio ancestral
tan importante en manos de una municipalidad es una falta de visión.
Si bien el Gigante de Tarapacá es un importante atractivo, el turismo
deja muy poco para la localidad de Huara, ya que la mayoría de los visitantes
van por el día desde Iquique, ya sea por su cuenta o a través de operadores
turísticos. Por lo tanto, los ingresos por turismo se quedan mayoritariamente
en la capital regional.
Lo que debemos entender como sociedad es que cualquier daño a nuestro
patrimonio cultural y natural es un daño a todos los chilenos. Espero que las
personas culpables reciban sentencia de prisión, aunque sea en su grado menor,
para que sirva de ejemplo y para disuadir a cualquiera que piense en dañar el
patrimonio de todos los chilenos.
Además, me gustaría ver más acciones y fondos invertidos desde el nivel
central de gobierno en este monumento, cuya protección no puede ser dejada
solamente en manos de una municipalidad que no tiene los recursos necesarios.
Me parece bien que los ministerios de las Culturas y de Bienes Nacionales envíen
a arqueólogos a evaluar el daño y la posibilidad de repararlo, aunque los
expertos indican que es muy difícil porque las huellas del vehículo son
demasiado profundas. De todas maneras, creo que se debe evaluar cómo se
financia y supervisa la protección de nuestro patrimonio con fondos nacionales.