domingo, 11 de junio de 2017

¿Existen el consumo y la producción sostenibles en turismo?

© OMT - Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo

por Marcela Torres

¿Alguna vez se pregunta de dónde viene la comida que le sirven en un hotel? ¿Cuánta agua y energía consume el hotel? ¿Considera la sostenibilidad al elegir un hotel u operador turístico? ¿O al comprar cosas para su viaje?

Éstas son preguntas que vale la pena hacerse en una semana en la que el mundo celebró el Día del Medio Ambiente el 5 de junio y realizó la Conferencia sobre los Océanos en Nueva York, además del hecho que 2017 ha sido declarado por las Naciones Unidas como el Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo. Y preguntas como éstas se están debatiendo en el curso masivo abierto en línea sobre “Consumo y Producción Ecológicos”, organizado por el PNUD a través de su NBSAP Forum, que estoy facilitando en su versión en español.

¿Cuál es el rol de los consumidores en la promoción de la sostenibilidad en el turismo o en cualquier otra industria? Bueno, su principal rol es ejercer su poder del lado de la demanda de la economía. Cada vez más, las organizaciones internacionales y los grupos de intereses están haciendo esfuerzos por promover el consumo verde y muchos países y empresas ya han incorporado principios como “el que contamina paga” en sus legislaciones o estrategias de negocios.

No obstante, todavía existe un mito de que los consumidores individuales son quienes tienen la mayor responsabilidad en el consumo no sostenible y que al brindarles información acerca de las consecuencias sociales y ambientales, se puede lograr el consumo sostenible a través del mercado. Sin embargo, investigaciones realizadas por el Programa de Estilos de Vida y Educación del Marco Decenal de las Naciones Unidas han demostrado que existen algunos bloqueos mentales:
  • ideologías (“debería tener libertad de comprar lo que quiera” o “la tecnología solucionará los problemas ambientales”)
  • normas sociales (“me veré raro si lo hago” o “¿por qué debería hacerlo yo si los demás no lo hacen?”)
  • ‘aferrarse’ a capital no sostenible (“bueno, ya tengo el automóvil…”)
  • falta de confianza o negación (“¡Esas etiquetas ecológicas son solamente una estrategia de marketing!”)
  • riesgos percibidos del consumo sostenible (“¿Qué pasa si las celdas fotovoltaicas no funcionan de manera confiable?” o “¿Tal vez mis colegas piensen que soy pobre si tomo el tren?”)
  • sentir que sus acciones no harán ninguna diferencia (“Soy uno más entre 7 mil millones”)
  • manipulación emocional mediante el marketing y la publicidad (“Será más feliz con estos productos”)

No me entiendan mal. Los consumidores pueden y deberían hacer una diferencia, ya sea de manera individual o colectiva. Pero el estar informados no es suficiente para que tomen acciones. A veces no tienen opciones. ¿Cuántas instalaciones de reciclaje existen cerca de sus hogares o (en el caso del turismo) en sus hoteles? ¿Cuál es el costo de elegir una opción sostenible por sobre otra que no lo es?

He hablado previamente sobre esto en un artículo publicado (en inglés) por la revista académica Journal of Ecotourism. Uno de los principales obstáculos que debe superar el movimiento del turismo responsable es que este tipo de turismo es generalmente más caro que el turismo tradicional. Si busca datos de marketing en la internet, encontrará muchas estadísticas indicando que el turismo responsable es una creciente tendencia global y que los consumidores de hoy esperan que las empresas de viajes incorporen la sostenibilidad a su oferta de productos. También hallará muchas encuestas arrojando altos porcentajes de personas que declaran que preferirían una empresa de viajes sostenible por sobre otra que no lo es. ¿Pero qué tan cierto es esto en realidad?

Hay una trampa… No puedo decir que la gente necesariamente miente cuando responde a una encuesta, pero sus respuestas a menudo pueden estar influidas por lo que consideran ser cortés o políticamente correcto. Honestamente, ¿diría usted alguna vez (dada la evidencia global de contaminación) que para usted “no es importante la contaminación” o que le “gusta contaminar”? Probablemente no.

Por otro lado, las personas pueden en realidad querer elegir la sostenibilidad, pero no pueden. La verdad es que, en general, la gente “no tiene la intención de contaminar” o de elegir opciones sostenibles. Pero a veces no tienen alternativas, ya sea porque no existen iniciativas de sostenibilidad donde viven o alojan, porque tienen fuertes bloqueos mentales o porque simplemente no pueden costearlas.

La buena noticia es que, cada vez más, la filosofía del turismo responsable está permeando muchas de las empresas de turismo tradicional. Si bien es posible el turismo masivo nunca desaparezca del todo, sí creo que todas las empresas, al final del día, incluirán al menos algunas medidas para contribuir a la sostenibilidad y que los turistas (como consumidores) tienen un importante rol que cumplir en este proceso.

sábado, 29 de abril de 2017

Cómo cuidar de los turistas y la fauna al observar ballenas



por Marcela Torres

Hace poco vi una hermosa y conmovedora película argentina-española llamada El faro de las orcas, ambientada en la costa de un pequeño pueblo de la Patagonia. Si bien se centra en la historia de un niño con autismo, también plantea los peligros de motivar a los turistas a acercarse a las orcas. Las orcas en libertad no atacan a los seres humanos, dicen los expertos. Sin embargo, otras personas podrían argumentar que nunca está demás ser cuidadoso.

Por esa razón, tal como lo he mencionado antes, diversos países y organizaciones, incluyendo la Comisión Ballenera Internacional (CBI) y Whale and Dolphin Conservation (WDC), han elaborado directrices para la observación de ballenas y delfines, con la finalidad de evitar daños tanto a los mamíferos marinos como a los seres humanos. En Chile, el Gobierno promulgó el reglamento para la observación de vida silvestre marina en 2011 y luego publicó dos manuales de mejores prácticas, uno de ellos en conjunto con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). En Argentina también está regulada esta actividad.

Australia es, sin duda, uno de los líderes en la promoción del turismo responsable, especialmente en hábitats marinos. En 2009, tuve una experiencia inolvidable de observación de ballenas en un ferry que nos llevó desde Sydney hasta el sitio de alimentación de un grupo de ballenas jorobadas.

Era un día despejado y soleado. Todavía puedo sentir el viento frío y el agua del mar salpicándome entera cuando las olas subían y bajaban el ferry. Estaba sobre la cubierta junto a otros turistas quienes, como yo, estaban entusiasmados y gritaban cada vez que veían asomarse una cola, una aleta o una cabeza, desatando una locura por tomar una foto o video de estos animales. Sin embargo, la tripulación del ferry nos mantenía en línea con su personal de cubierta y con permanentes instrucciones y explicaciones entregadas a través de altoparlantes.

Educar y crear conciencia son acciones clave para garantizar un turismo responsable. Por ejemplo, mientras navegábamos hacia las ballenas, vimos un video educacional corto acerca de estos animales y de las normas para su observación. En muchos casos, las directrices y reglamentos también exigen a las empresas que contribuyan a la conservación y el monitoreo de estos mamíferos marinos, reportando cualquier avistamiento a la autoridad correspondiente.

Además de tener en cuenta estas orientaciones, hay dos cosas más que pueden hacer para asegurarse una experiencia segura y placentera: buscar información acerca de las especies y sus hábitats antes de ir a su encuentro y confirmar que están viajando con un operador turístico certificado que respeta a estos animales y las regulaciones para acercarse a ellos.

¡Las ballenas son criaturas impresionantes! Han existido por más de 30 millones de años y fascinan a gente de todo el mundo. Pero muchas de ellas están amenazadas y debemos actuar con responsabilidad cuando nos embarcamos en una aventura de observación de ballenas.

miércoles, 22 de febrero de 2017

Hernán Torres (1946-2017): Un gran amante de la naturaleza



por Marcela Torres

Era enero de 2000 y mi papá y yo estábamos sentados sobre un promontorio rocoso en el Parque Nacional Torres del Paine, en el sur de Chile, soportando los fuertes y fríos vientos patagónicos que penetraban nuestras parkas, guantes y gorros. Pero teníamos una misión: fotografiar al elusivo cóndor andino.

Tuvimos la buena fortuna de alojarnos en la casa de los guardaparques, donde el personal nos dio consejos sobre los mejores lugares para encontrar al cóndor. Debido a que es un ave carroñera, nos sugirieron que lleváramos comida de gato que oliera fuerte porque eso lo atraería a nosotros con toda seguridad.

Siguiendo sus instrucciones, caminamos por horas a través de los altos pastizales de la pampa para llegar a uno de los cerros que nos recomendaron. Era un monte rocoso, completamente agreste, pero luego de escalarlo descubrimos que ofrecía un excelente mirador. Ahí nos sentamos, con la comida de gato hedionda y esperamos, esperamos y esperamos…

Mientras esperábamos, recordé cómo fuimos a dar allí. En 1982, la BBC produjo uno de los documentales favoritos de mi padre, “El vuelo del cóndor”. Para qué decir que se consiguió una copia y lo veía una y otra vez. Siendo sólo una niña, a mí me interesaban más los dibujos animados y los videos de Michael Jackson, pero me terminó gustando esta increíble película acerca de un ave que es un símbolo en la mayoría de los países andinos, incluyendo Chile, donde vivimos.

De hecho, no era la primera vez que disfrutaba un parque nacional con él. Mi papá había sido Director Regional para la CONAF, institución a cargo de las áreas protegidas de Chile, en Arica entre 1974 y 1985. De niña, viajé con él muchas veces al Parque Nacional Lauca, en el altiplano, durante sus visitas a terreno. Me enseñó acerca de la vicuña, los flamencos, la vizcacha y el cóndor.

Era tan entretenido que nunca me importó el frío y me encantaba acompañarlo mientras fotografiaba la naturaleza, que era su pasión. Cuando cumplí nueve años, me regaló mi primera cámara, una Polaroid que todavía guardo, y me enseñó a usarla. ¡Estaba tan feliz que tomaba fotos de todo!

Gracias a él, mi familia y yo disfrutamos vivir en Ann Arbor, Michigan; San José, Costa Rica; New Haven, Connecticut; y Arlington, Virginia. Esto nos brindó experiencias inolvidables, tales como acampar alrededor de los Grandes Lagos y visitar todos los hermosos parques nacionales de esas zonas.

Torres del Paine siempre había estado en mi lista de deseos. Así que, cuando ofreció llevarme el año 2000, dije que sí inmediatamente. Y allí estábamos, esperando al cóndor…

Habían pasado un par de horas y casi habíamos perdido la esperanza cuando, de pronto, salió de la nada un ave enorme volando directamente hacia nosotros. ¡Era un cóndor! Rápidamente nos sacamos los guantes y tomamos nuestras cámaras, preparándonos para sacar excelentes tomas de este increíble animal. ¡Pero en cuestión de segundos estaba justo sobre nosotros!

A medida que se acercaba, y nos dimos cuenta de lo bajo que volaba, instintivamente nos echamos hacia atrás hasta quedar tendidos con las espaldas pegadas a la roca. Fue una visión tan impresionante, tener a esta ave gigante planear a solamente un metro por encima nuestro, que nos quedamos completamente inmóviles. Pudimos ver todos los detalles de su vientre y sus largas alas. Cuando despertamos de nuestro asombro, nos dimos cuenta que no habíamos tomado ninguna foto. Así que nos dimos vuelta rápidamente sobre nuestros estómagos y comenzamos a disparar con nuestras cámaras para intentar captar al menos una imagen del cóndor. ¡Era muy tarde! Solamente logramos capturar un pequeño punto que volaba rápidamente alejándose de nosotros hacia las alturas.

Nos quedamos ahí un rato, decantando la experiencia. ¡Había sido tan asombrosa! Finalmente, tomamos nuestras cámaras y la comida de gato hedionda y caminamos de regreso a la casa de los guardaparques. De noche, mientras compartíamos con ellos un mate alrededor de una fogata, se rieron de nuestra aventura.

Nuestro común amor por la naturaleza nos llevó a escribir juntos dos ediciones de la Guía delos Parques Nacionales de Chile (1999 y 2004) y a trabajar juntos en el desarrollo del primer centro de visitantes sostenible en un área protegida deChile, en la Reserva Nacional Los Flamencos, entre 2005 y 2006. La experiencia me hizo decidir estudiar mi Máster en Ecoturismo en la Universidad James Cook, en Cairns, Australia, en 2009.

Mi papá siempre apoyó mis iniciativas y a menudo contribuyó con fotografías para mi blog. Fue miembro de diversas agrupaciones profesionales y presidió durante muchos años el Grupo Especialista en Camélidos Sudamericanos, promoviendo la conservación de la vicuña hasta el final de su vida. Yo continuaré apoyando también, honrando su memoria.

Falleció el sábado 18 de febrero de 2017. Todavía es tan reciente que cuesta creerlo… Aún lo siento cercano… Estará conmigo por siempre… Y mi amor y gratitud por todo lo que me enseñó permanecerán…



HERNÁN TORRES BIO

Hernán poseía un Máster de Estudios Ambientales de la Universidad de Yales y un Bachiller de Ciencias en Recursos Naturales de la Universidad de Michigan, ambas en los Estados Unidos. Fue Director Regional de la CONAF (1974-1981 y 1984-1985); líder del equipo para los planes de manejo de áreas protegidas del CATIE, en Costa Rica (1986-1988); Especialista en Áreas Protegidas para el Departamento de la Región del Caribe de The Nature Conservancy (1995-1998); y un exitoso consultor internacional en planificación y manejo de áreas protegidas, desarrollo sostenible, servicios ecosistémicos y biodiversidad, trabajando con organismos multilaterales, tales como el PNUD, PNUMA, Banco Mundial y RAMSAR, y participando activamente en iniciativas de la UICN hasta el final.