Uluru, Territorio Norte, Australia.
por Marcela Torres
Sólo quedan un par de meses
para votar por las Nuevas 7 Maravillas de la Naturaleza. Entre los lugares
favoritos en esta iniciativa está el sitio sagrado de aborígenes australianos,
Uluru – también conocido como Roca Ayers-, uno de los íconos naturales más
reconocidos del país. Parece un buen momento para reflexionar acerca de una
pregunta que ha sido motivo de un acalorado debate por décadas: ¿Debe
permitirse que los turistas escalen la roca o no? El respeto por las culturas
indígenas y las tradiciones locales es parte central del concepto del turismo
responsable y es el tema de la controversia sobre Uluru.
Más de 100.000 personas escalan
cada año este Sitio de Patrimonio Mundial de la UNESCO, ubicado a 450
kilómetros al oeste de Alice Springs, en el estado del Territorio del Norte. La
formación de tierra arenisca alcanza una altura de 348 metros y una
circunferencia de 9,4 kilómetros. Quienes han tenido la buena fortuna de
visitar el lugar, dicen que Uluru parece cambiar de color dependiendo de cómo
le llegue la luz en diferentes momentos del día y del año.
Pero la popular escalada al
monolito ha enojado por mucho tiempo a los aborígenes locales, el pueblo
Anangu. Bajo la Ley Aborigen, ellos son responsables por la protección de Uluru
y de sus visitantes. Dicen que el sitio es sagrado y han pedido que se prohíba
su escalada desde que el Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta fue puesto bajo su
cuidado en 1985.
Los Anangu creen que en la
época de formación del mundo la escalada de Uluru era la ruta tradicional de
los hombres ancestrales cuando llegaban al lugar. Debido a este significado
espiritual, ellos prefieren que –por educación y comprensión- los visitantes
respeten sus leyes y su cultura evitando la escalada.
La seguridad también es un
tema. El recorrido tiene una longitud de aproximadamente 1,6 kilómetros y toma
unas dos horas de caminata. Debido a que es resbaladizo, la primera parte tiene
una cadena para sostenerse. Según los registros, 36 personas han muerto y
muchas más se han accidentado intentando la escalada, lo que preocupa a los
dueños tradicionales.
Además, existen preocupaciones
ambientales. Los administradores del parque dicen que el sendero se ha
desgastado por el constante uso por parte de los turistas y que la erosión está
cambiando la superficie de Uluru. La falta de servicios higiénicos y basureros
en la meseta también implica que los turistas dejen desechos que afectan a los
pozos de agua cercanos.
El dinero manda
Según las autoridades del
parque, cerca del 38 por ciento de los visitantes escala cada año, una fuerte
disminución del 74 por ciento registrado en 1990. Aun así, los operadores
turísticos de la región continúan ofreciendo la escalada como la principal
atracción de la visita al Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta y a menudo no les
informan a sus clientes del significado cultural y espiritual del lugar. Para
muchos turistas, la primera vez que escuchan “Por favor no escale Uluru” es
cuando lo leen en su entrada al parque.
El mercado lo demanda, la
gente quiere escalar, y debido a que no existe una ley que prohíba la escalada
a Uluru, muchas empresa continúan destacando la misma oferta popular: amanecer,
escalada y atardecer.
Hasta ahora, la administración
del parque nacional ha recurrido a una estrategia de educación de los
visitantes para enfrentar el problema, con letreros interpretativos explicando
el sufrimiento que la escalada produce a los dueños tradicionales y pidiendo a
los visitantes que participen en actividades alternativas. Sin embargo, los
cambios de actitud y conducta de visitantes por lo general toman años y a veces
requieren la aplicación de técnicas de manejo más directas, tales como la
prohibición de una actividad para asegurar la conservación de un atractivo
natural y el respeto cultural por parte de los visitantes.
El 2009, el Directorio de
Administración de Uluru-Kata Tjuta tomó la iniciativa de elaborar un Plan de
Manejo de 10 años recomendando el cierre de la escalada, destacando que se
trata de una actividad insensible culturalmente. Aunque la medida no tuvo gran
apoyo político, la escalada tiene sus días contados de todas maneras.
Según los términos del
contrato de arrendamiento que los ancianos Anangu otorgaron en 1985 al Servicio
de Parques Nacionales, el derecho a escalar expira el 2020, y el parque
nacional está reclutando a un profesional que supervise este proceso. Si la
escalada se autoriza más allá de esa fecha, el contrato de arrendamiento tendrá
que ser renegociado.
Algunos representantes de la
industria turística argumentan que la prohibición podría causar una reducción
en la cantidad de visitantes y tener serias implicancias financieras para los
Anangu, que reciben el 22,5 por ciento de todas las entradas al parque y tienen
derechos únicos para desarrollar actividades comerciales en él.
Existen muchas alternativas
interesantes, sin embargo, de tours dentro del parque con actividades que no
ofenden a los dueños tradicionales. Las excursiones incluyen expediciones a pie
para explorar formaciones rocosas y sitios de arte aborigen alrededor de la
base, con guías locales e intérpretes. Los visitantes aprenden acerca de los
mitos de la creación, las comidas de las praderas, cómo tocar la flauta didgeridoo,
cómo pintar con puntos y cómo arrojar una lanza.
Un folleto disponible en el
Centro Cultural en el parque lleva un importante mensaje de los ancianos
Anangu:
“Eso que estás escalando es una cosa realmente importante y sagrada… No
debes subirla. No es lo real de este sitio. Lo real es escuchar todo. Escuchar
y comprender todo. ¿Por qué tendríamos que decirte que te fueras (y que no
escales)? Para que entiendas esto… para que entiendas, te estamos informando:
No escales. Y tal vez esto te ponga un poco triste. Pero de todos modos, eso es
lo que tenemos que decir. Estamos obligados a decirlo. Y todos los turistas se
iluminarán y dirán: “Ah, ya veo. Esta es la forma correcta. Esto es lo que
corresponde. Esta es la manera correcta: Sin escalar”.
Esta entrada fue publicada originalmente por la autora el 7 de septiembre de 2011.
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