Tejedora aymara que cobra por las fotos que le toman en Sacsayhuamán, Perú.
© Marcela Torres
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por Marcela Torres
El turismo ofrece experiencias
y las culturas locales pueden proporcionar grandes experiencias. Sin embargo,
dependiendo de cómo se realice la actividad turística, estas experiencias
podrán ser mejores o peores.
El beneficio social más
evidente del turismo es que promueve el intercambio entre personas de distintos
países y culturas. Muchos viajeros quieren aprender sobre las comunidades
locales, conocer sus tradiciones y su estilo de vida. Para las comunidades
anfitrionas, esta interacción puede ayudar a fortalecer su autoestima y su
sentido de pertenencia, al sentirse valoradas por otros. Más aún, el turismo
puede contribuir a mantener vivas las costumbres y artesanía locales de un
destino.
Pero al mismo tiempo, existe
la posibilidad de que este intercambio tenga efectos negativos. Varios autores
advierten del peligro de la “mirada del turista”. ¿A qué se refieren? A que las
personas de una comunidad local se sientan vistas como objetos atractivos; algo
extraño o sorprendente que se debe observar. Esto tiene mucho que ver con la
forma en que la industria turística presenta a un destino y a sus habitantes y
con el nivel de interacción que se logra con los viajeros.
Otro riesgo es la pérdida de
la autenticidad. En un mundo cada vez más globalizado, se está produciendo
también un fenómeno de globalización cultural y muchas comunidades locales
cambian los diseños y modos de producción de sus artesanías para asemejarse a
lo que creen que “vende” en una economía de mercado o intentan imitar
atractivos que nada tienen que ver con sus raíces. Las comunidades deben
concentrarse en lo que mejor saben hacer y no tratar de cumplir ideales
turísticos preconcebidos.
La falta de conocimiento mutuo
e interacción entre los turistas y las comunidades anfitrionas puede llevar a
situaciones complejas, ya sea de rechazo hacia los turistas por parte de la
gente local o de desilusión de los turistas que se encuentran con lo mismo que
podrían ver en sus países sin tener que viajar miles de kilómetros.
Lograr el equilibrio no es
fácil. Por eso, el primer principio del Código de Ética del viajero y turistaresponsable elaborado por la OMT dice: “Ábrete a las culturas y tradiciones
distintas de las tuyas: tu experiencia se verá transformada, te ganarás el
respeto de la población local, y ésta te acogerá más fácilmente. Sé tolerante y
respeta la diversidad; observa las tradiciones y las prácticas sociales y
culturales del lugar”.
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