domingo, 16 de marzo de 2014

¿Puedo tomarle una foto?


Tejedora quechua en Cusco, Perú.
© Marcela Torres

por Marcela Torres

Conocer gente de otros países, culturas y costumbres es parte de la magia de viajar. Muchas veces nos encontramos con personas encantadoras que comparten sus tradiciones con nosotros y no podemos resistir la tentación de capturar ese momento con nuestras cámaras fotográficas. Sin embargo, este impulso entusiasta a veces puede provocar una reacción negativa inesperada.

Varios autores advierten del peligro de la “mirada del turista. ¿A qué se refieren? A que las personas de una comunidad local se sientan vistas como objetos atractivos; algo extraño o sorprendente que se debe observar. Esta sensación, sin duda, puede ser ofensiva.

Además, no es un mito que numerosas tribus y culturas indígenas en América Latina rechazan las fotografías por diversas razones, incluyendo la creencia de que éstas les robarían el alma. Desde el norte de México hasta el sur de Chile existen variados testimonios de comunidades que le temen o desconfían de las cámaras y de las intenciones de quienes las llevan.

Cuenta un fotógrafo profesional que al llegar de improviso a un pequeño poblado de la Sierra Central de México junto a unos amigos se vio rodeado de niños y niñas por todos lados, atraídos por sus “curiosas” vestimentas y actitudes. Pero el jolgorio acabó en el momento en que sacó su cámara fotográfica y apuntó a los niños, que arrancaron despavoridos.

En la Ciudad Perdida, de la Sierra Nevada de Santa Marta en Colombia, por razones religiosas y culturales, las personas de ascendencia indígena evitan que se tomen fotografías de ellas mismas, sus casas y sus objetos. A los turistas se les advierte que no insistan, para no causarles molestias y no invadir su intimidad.

Los mapuches, que habitan el sur de Chile y Argentina, también rechazan las fotografías. Para ellos, la imagen tiene un espíritu y si alguien la capta se lleva algo de ellos mismos. Esta creencia ha presentado un desafío para los realizadores de documentales, quienes deben dar muestras de respeto y confianza para obtener sus filmaciones. Sin embargo, muchas veces los artistas simplemente toman la foto o video, prometiendo volver y entregar una copia, pero no aparecen nunca más. Es importante tener en cuenta que el mapuche siempre va a pedir (y a exigir, en algunos casos) el símbolo concreto de aquella vez en que prestó un pedacito de alma. Se sabe de un par de ocasiones en que las personas se han sentido tan ofendidas por la fotografía que han roto las cámaras de algunos turistas.

El caso del científico italiano Guido Boggiani es, sin duda, el más extremo. Boggiani vivió muchos años con la tribu Caduveo en Paraguay y se obsesionó por el tatuaje o pintura corporal, tomando más de 500 fotografías que él mismo reveló en medio de la selva. Fue asesinado en 1902, a los 40 años, y -aunque no existe certeza absoluta- se sospecha que el motivo fue su actividad fotográfica, ya que la expedición que fue en su búsqueda encontró sus restos enterrados con su cámara despedazada. Después de su muerte, un colega publicó una serie de 100 tarjetas postales sobre estos aborígenes paraguayos, que incluía un suplemento reservado de 12 desnudos especiales para científicos.

Por supuesto, hoy en día es muy improbable que alguien te amenace de muerte por tomarle una fotografía, pero no está demás evitar un mal rato y mostrar respeto por la otra persona haciendo una simple pregunta: “¿Puedo tomarle una foto?

Esta entrada fue publicada originalmente por la autora el 15 de octubre de 2011.

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